Acallar el ruido de las avenidas,
la urgencia de la vida en otros continentes.
Esperar el naufragio de rencores
arrastrados por la marea humana.
No dejar el alma desnuda
en el hueco de nuestros labios,
cuando el destino se rebela
reflejando el paraiso en los charcos.
Todo lo hago por ti,
por acariciar el rastro de tu olor,
por espiar tu sonrisa callada.
Bastó una noche, un andén...y un adiós.
R.B.
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volverá, con el nombre que sea, y con el rostro que fuera, pero cuando alquien parte, algún tren trae la figura del destino que saluda
ResponderEliminarqué tristes las despedidas..pero qué bonitas cuando son en una estación jaj
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