viernes, 22 de enero de 2010

CUANDO TU MELANCOLÍA ME HABLA


En ocasiones mis lágrimas son palabras lanzadas a un folio inmaculado; no son distintas de las del resto de los mortales, ni menos sinceras.
Cuando le canto, como otros tantos hicieron, a la melancolía, nunca pienso en entonar la melodía más maravillosa jamás creada, me conformo con que ostente ese aire de lamento silencioso que en estas horas respiran mis ojos.
Al final del túnel siempre habita una luz, más o menos cálida, pero no deja de alumbrar el camino del nuevo día. Cuando te sientas deprimida… mira hacia el frente, y aunque el punto luminoso no deje de estar lejano, ten por seguro que si los pasos son certeros llegarás más tarde o más temprano. Apóyate en el cayado que te brindan los que te rodean y que no quieren que te marches a tu lecho sin haber esbozado siquiera una sonrisa.
Sabes… aunque no puedo ser un buen ejemplo para nadie, yo suelo hablar con las flores que llevo dentro, las navajas suelo tenerlas mal afiladas y, en cualquier caso, hace tiempo que las arroje al río de los magnates del odio.
Siéntate, ensancha tus pulmones y aspira el poco aire que no está viciado y se mueve libremente en esta ciudad, piérdete en una calle, pero que no sea un callejón y se llame Sin Salida. Disfruta cada minuto vivo con una plenitud suprema de goce sosegado, por favor, no atropelles tus sentimientos, aparca el coche que te conduce a una velocidad loca y desenfrenada y allí donde encuentres un bar de sueños dile al camarero que te sirva una copa no demasiado cargada, disfruta del presente, tiene mucho más de verdadero que el futuro que te habla embrutecido y ebrio de fama, de dinero y de poder.
Te digo que hagas lo que debas, que será sinónimo de lo que quieras si para ti anhelas lo mejor, la propiedad de tus días te pertenece, por eso entierra los juicios sobre tus errores, los amigos que te elogian constantemente también y desata los lazos que te someten férreamente a los que dicen que la vida siempre será así.
La felicidad no tiene nombre, no se conquista, no se busca, la felicidad no se vistió nunca de etiqueta, ni comulgó en ninguna iglesia, la felicidad, como humana, me dijo que llora cuando tú lloras, la felicidad me contó que llora si me ve llorar.

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