sábado, 6 de febrero de 2010
DESPUES DE LA TORMENTA
Aquel día tan oscuro, después de la tormenta,
docenas de operarios se afanaban reparando
el cableado. Docenas, sí, docenas. Todos
con sus monos, herramientas y escaleras,
para que tú pudieras llamarme por teléfono.
No llamaste, y terminé arrojando a la basura
mi paraguas. Tan viejo, tan roto después
de la tormenta que docenas de operarios
no podrían repararlo. Docenas, sí, ni siquiera
docenas. Ni todos con sus monos, herramientas
y escaleras.
Margobal
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Amigo Margobal, a todos nos ha dejado de llamar alguna vez, esos días que dormíamos con el teléfono mudo en las orejas, este poema me recuerda a la canción de mil horas de Calamaro, escúchala si puedes por youtube
ResponderEliminarMuy bueno margobal, cuantas veces se queda uno esperando esa llamada que nunca llega y que podía haberlo cambiado todo. Como dice el amigo songoku, Calamaro es un maestro en cantar esa desazón.
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